El decreto del estado de alarma no contempla la parálisis de la construcción
Las ciudades son cada vez más silenciosas. Durante el estado de alarma se escucha, incluso, a los pájaros por encima de cualquier otro ruido. La ausencia de personas y de vehículos contribuye a ello, aunque hay otro sonido repetitivo que continúa en el ambiente: el de los taladros. La construcción es uno de los sectores que no se ha detenido desde que estalló la crisis del coronavirus y los albañiles y el resto del personal de obra siguen al pie del cañón, tanto en intervenciones públicas como privadas. Para evitar exponerse a posibles contagios, la mayor parte de ellos toman las precauciones marcadas y llevan mascarillas durante su jornada de trabajo, además de mantener la distancia recomendada con el resto de sus compañeros.
Esta es la segunda semana laboral desde que se decretó el estado de alarma y la mayoría de negocios y actividades están paralizados. La gente que sale a la calle va a trabajar o a hacer algún recado, aunque todavía queda alguno que hace oídos sordos a las indicaciones y sale a pasear o a tomar el sol en algún banco. Se camine por una calle del centro o por otra, siempre se escucha de fondo el característico sonido de la maquinaria de obra. Una taladradora o el trayecto de una pala.
Siguen adelante tanto las intervenciones privadas como las públicas, dependientes de los ayuntamientos, del Gobierno regional o del central. En la calle Isabel la Católica de la capital cántabra, por ejemplo, los operarios de Senor trabajaron ayer como un martes cualquiera. Esta actuación contempla la mejora de todas las calles aledañas a Magallanes y está avanzando según el plazo marcado, igual que otras obras ejecutadas por el Consistorio, como las del Palacio de la Magdalena, las del centro cívico Castilla-Hermida, las de la biblioteca municipal de La Florida o las de la plaza de Italia. El cambio más notorio en todos los casos es que los trabajadores han extremado las precauciones durante estos días y, mientras dure el estado de alarma, utilizarán mascarillas y mantendrán distancias de metro y medio entre ellos.
La construcción también sigue adelante en el ámbito privado. En la plaza de las Cervezas y en la calle Floranes, entre otras, operarios de diferentes empresas trabajan en actuaciones contratadas por terceros. Al igual que en las intervenciones de carácter público, se protegen y cumplen con las medidas marcadas para evitar los contagios.
Más actividades que siguen
Los empleados de Parques y Jardines también aprovecharon la primaveral jornada de ayer para arreglar varias zonas verdes de Santander. En la Alameda de Oviedo, la ausencia del tráfico característico de la zona permitió que pudieran trabajar cómodamente desde la carretera para retirar las ramas sobrantes de los arbustos que recorren San Fernando y Vargas. De hecho, estos operarios han visto incrementadas sus tareas desde que comenzó el estado de alarma y ahora, además de ocuparse del cuidado de las plantas y árboles de la ciudad, también desinfectan los parques de la ciudad para evitar la propagación del Covid-19. Trabajan mano a mano con el servicio de limpieza, que desinfecta las calles diariamente. Mientras dure el confinamiento, se están primando estas labores de desinfección por encima de las de limpieza habitual porque, al haber poca gente por la calle, no se genera apenas basura.
Otros trabajadores que siguen recorriendo las calles -puede que más que antes- son los repartidores. Las carreteras están prácticamente vacías e incluso los trayectos de los autobuses municipales se han visto reducidos a la mitad. Pero los vehículos de las empresas de paquetería siguen presentes en cualquier punto de Santander. Ahora, gracias a la baja densidad de automóviles, apenas tienen dificultades para aparcar las furgonetas a las puertas de los portales donde tienen que dejar los pedidos. Como la mayoría de los comercios están cerrados, mucha gente opta por comprar artículos a través de internet y, para evitar el contagio del coronavirus, los transportistas utilizan mascarillas cuando realizan las entregas.
La construcción, tanto de ámbito público o privado, sigue funcionando y aplica medidas de seguridad
Aunque la mayoría de las personas salen por una causa justificada, otros no aceptan las restricciones
Es notable que hay mucha menos gente de lo normal, pero las calles nunca están vacías. En cualquier vía del centro de la capital cántabra se pueden observar personas que vienen y van con bolsas de la compra, con sus mascotas y, en otros casos, con las manos en los bolsillos. ¿Salen por necesidad o con la excusa de hacer algún recado? Aunque la mayoría tiene una razón de peso -y cada vez más van equipados con mascarillas y guantes-, algunos ni siquiera buscan una coartada.
No es difícil encontrar personas sentadas en bancos o parejas que caminan juntas a pesar de estar prohibido. Los agentes de la Policía Nacional y de la Local hacen rondas constantemente y son cada vez más insistentes a la hora de pedir explicaciones -y justificantes a los trabajadores- sobre el destino de aquellos que caminan por la calle. Sus indicaciones buscan siempre lo mismo: hacer entender que Cantabria, España y muchos otros países viven una situación de alarma y que, como rezan cada vez más carteles colgados de las ventanas, es momento de quedarse en casa.
fuente: eldiariomontañes